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lunes, 28 de mayo de 2018

Astronomía Zetética (S. Rowbotham) Capítulo XIV - Esfericidad inevitable de la semi-fluidez.

Capítulo XIV: Examen de las llamadas "pruebas" de la esfericidad terrestre

Esfericidad inevitable de la semi-fluidez.
Muchos han creído encontrar en los siguientes hechos un argumento a favor de la esfericidad de la tierra:

Las sustancias fluidas o semifluidas en estado de movimiento invariablemente asumen la forma globular, como lo ejemplifican la lluvia, el granizo, el rocío, el mercurio, y el plomo derretido, que, al ser derramados desde una gran altura, como sucede en la fabricación de perdigones, quedan divididos en masas esféricas.

Hay pruebas abundantes provenientes de la geología, de que la Tierra ha sido una masa fluida o semi-fluida, y que, por lo tanto, no podía continuar en un estado de movimiento a través del espacio sin volverse esférica.

En primer lugar, en respuesta a lo anterior, se niega que el granizo sea siempre globular. Al ser examinadas durante o inmediatamente después de una tormenta de granizo, se observa que las masas presentan gran variedad de formas, y que muy pocas son perfectamente globulares. La lluvia y el rocío no pueden ser examinados con la misma facilidad durante su caída, pero al encontrarse en pequeñas cantidades sobre una superficie dura, se nos aparecen por lo general esféricas simplemente como resultado de la “atracción de la cohesión”.

Lo mismo sucede con el mercurio; y en referencia a la fabricación de balas, es un error suponer que, al verterse plomo derretido desde una torre muy alta sobre agua fría, que todo, o una gran proporción de este, se convierta en masas verdaderamente esféricas. Entre 20 y 50 por ciento de las masas presentan una forma muy irregular, y deben ser devueltas al crisol para ser fundidas de nuevo. Además, cabe señalar que la tendencia de los fluidos en caída a formar esferas se debe a lo que se conoce en la industria química como “atracción de cohesión” (no “atracción de gravedad”), cuyo funcionamiento es muy limitado. Su acción se circunscribe a pequeñas cantidades de materia. Si, durante la fabricación de balas, el metal fundido se deja caer en masas de varias onzas o libras, en lugar de dividirse (al ser vertido a través de un tamiz o colador con pequeños agujeros) en partículas cuyo peso no excede el de unos pocos gránulos, nunca llegará a adoptar una forma esférica. No resulta posible fabricar balas de una pulgada a través de este proceso; Incluso para balas de sólo media pulgada se requieren moldes esféricos en los que verter el metal. En los países tropicales, la lluvia, en lugar de caer en gotas o pequeños glóbulos, cae con frecuencia en grandes masas irregulares o chorros, que nunca llegan a adoptar una forma esférica. De modo que es manifiestamente injusto afirmar de grandes masas como la tierra, aquello que sólo atañe a gránulos, o porciones diminutas de materia.

Sin negar que la Tierra se encontraba en algún período anterior, o cuando apareció por primera vez, en un estado pulposo o semifluido, es necesario probar sin lugar a duda que se mueve en el espacio, o la conclusión de que es esférica habrá demostrada ser prematura, y por ende, ilógica. También debe probarse que rota sobre sus ejes, o resultaría igualmente contrario a todo principio de razonamiento afirmar que el ecuador es mayor que el diámetro polar como el resultado inevitable de la fuerza centrífuga producida por su rotación axial o diurna. La asunción de tales condiciones por Sir Isaac Newton, como hemos visto al hablar de la medición de los arcos del meridiano, era contraria a la evidencia, y ha contribuido a mantener un "embrollo de las matemáticas", del que los filósofos, tarde o temprano, acabarán por sentirse avergonzados. Todo el asunto, tomado en conjunto, fracasa por completo como argumento para demostrar la esfericidad de la tierra.

Se ha demostrado que el movimiento axial y orbital no existen y, por lo tanto, cualquier argumento fundado sobre ellos y que los incluya como hechos es necesariamente falaz.


Rowbotham parte de su acostumbrado cierre en cada uno de los puntos, en el sentido de "ya se ha demostrado que..." sus "demostraciones" son absolutamente absurdas. Pero, al afirmar tal cosa da a entender que ese es un asunto sobre el que no cabe discusión alguna.

Digamos en su defensa que en el siglo XIX no existían los satélites que cada día nos envían bellas imágenes de nuestro planeta. Lo que es realmente ridículo es que los terraplanistas modernos se obstinen en aferrarse a esa creencia, que de todas maneras ya en esa época casi nadie tomaba en serio.

Intentar comparar la fabricación de perdigones con la formación de un planeta es un completo despropósito, ya que el proceso es completamente diferente. En el caso de la tierra, el elemento a considerarse es la fuerza de la gravedad, una realidad que los terraplanos NECESITAN quitar del tablero, ya que su existencia es suficiente para desmoronar todo su esquema. De la misma manera que niegan las imágenes satelitales, el péndulo de Foucault, los "startrails" del hemisferio sur, las distancias perfectamente conocidas entre distintos puntos de la esfera terrestre, el turismo en la Antártida, la distancia al sol y la luna y hasta la existencia de vuelos sin escalas entre Sudamérica y Nueva Zelanda o Australia. Si algo no cuadra con su modelo, lo solucionan declarando que tal cosa no existe y el problema queda resuelto.

Basándonos en el entendimiento que tenemos actualmente sobre el cosmos, podemos concluir que los planetas se forman del mismo material de polvo y gas que forma a las estrellas, llamadas nebulosas. La gravedad atrae todo este material hacia un mismo punto, comprimiéndose y aumentando su temperatura y densidad, formando una estrella.


Alrededor de esta estrella se forma un disco de polvo giratorio que se va aplanando, algo así como la masa durante la preparación de una pizza. Estos discos llenos de polvo empiezan a formar pedazos más grandes mientras la gravedad los junta y va adoptando su característica forma esférica

Mientras más grandes se vuelven estos protoplanetas, más gravedad causan a su alrededor, atrayendo a más material para aumentar de tamaño. Siendo material rocoso el más abundante en el interior del disco de polvo alrededor de la estrella, es más común ver a los planetas rocosos, como nuestra Tierra, en la parte interior del sistema estelar, mientras que el gas se acumula en las orillas del disco, formando los planetas gaseosos.


Por otra parte, es cierto que los fluidos tenderán a adoptar la forma esférica en ausencia de la gravedad, como puede apreciarse en la siguiente imagen obtenida a bordo de la Estación Espacial Internacional




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