Se trata de una extensa y variopinta lista, en la que podemos encontrar, entre otros, a:
La francmasonería o masonería es una institución de carácter iniciático, no religiosa, filantrópica, simbólica y filosófica fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano, además del progreso social. Los masones se organizan en estructuras de base denominadas logias, que a su vez pueden estar agrupadas en una organización de ámbito superior normalmente denominada “Gran Logia”, “Gran Oriente” o “Gran Priorato”.
Aparecida en Europa entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, la masonería moderna o “especulativa” ha sido descrita a menudo como un sistema particular de moral ilustrada por símbolos. Se presenta a sí misma como una herramienta de formación, con un método particular que, basado en el simbolismo de la construcción, permite a sus miembros desarrollar su capacidad de escucha, de reflexión y de diálogo, para transmitir estos valores a su entorno.
La historia institucional de la masonería presenta numerosas disidencias, cuyas principales causas, con importantes matices y derivaciones, están relacionadas con la admisión de la mujer en la masonería, la cuestión de las creencias religiosas o metafísicas, la naturaleza de los temas tratados o la forma de trabajar de las logias, así como con las bases sobre las que se fundamenta la regularidad masónica. La existencia de distintos puntos de vista sobre estos y otros temas ha dado lugar al desarrollo de distintas ramas o corrientes masónicas, que a menudo no se reconocen entre ellas.
La masonería como actividad iniciática (correctamente llamada masonería especulativa) es un sistema basado en símbolos y ritos de las antiguas cofradías de constructores ingleses (masons), pero más concretamente de los constructores independientes (freemasons) que se organizaban en gremios profesionales. Freemason se convertiría al francés en francmaçon y de ahí pasaría al español como francmasón o, simplemente, masón. El término equivalente a masonería en francés o en inglés significa “construcción”, “albañilería” o “cantería”. Mientras que francmasonería añade el prefijo que significa “libre” o “independiente” (freemasonry en inglés, francmaçonnerie en francés).
En inglés, donde la palabra masonry sigue manteniendo su significado original (cantería o albañilería), se tiende a usar más freemasonry para hablar de la institución iniciática (masonería especulativa) y no debe ser confundida con la actividad artesanal del trabajo de la piedra y la construcción de muros (masonería operativa).
En español la palabra masón no se usa con una acepción profesional ya que es una palabra traída del francés directamente para referirse a los francmasones. Mientras que para los artesanos de la piedra tenemos la palabra cantero. Por eso en español podemos usar indistintamente masonería o francmasonería.
¿Es cierto que todos los líderes mundiales y grandes empresarios son masones? ¿Ser masón le ayuda a uno a subir en la escala social o en la política? ¿Se decide en las logias el futuro de la Humanidad? El mito de la masonería que domina el mundo es un bulo extendido por los que temen a la masonería, es decir, por aquellos que no quieren que la gente piense por sí misma sino que quieren seguidores obedientes. Históricamente han sido las religiones, que promueven la obediencia a los dogmas frente al pensamiento libre, y los dictadores y tiranos y sus ideologías totalitarias como el absolutismo, el fascismo o el comunismo.
La masonería invita al masón, y por extensión a la sociedad, a pensar, a ser libre, a ser justo y a ser fraternal con sus conciudadanos. Y digo invita porque la masonería no obliga, no impone, no tiene dogmas ni reglas, más allá de las mínimas normas de ética básicas. La masonería aspira a que cada persona encuentre las ventajas de ser una mejor persona, un mejor ciudadano. El método masónico promueve que esa mejora de la persona se realice mediante la reflexión y el autoconocimiento. Es decir, que uno llegue a ser mejor ciudadano porque realmente crea en ello y no simplemente porque obligue una norma externa, sea esta los mandamientos o la Ley. Porque las normas pueden quebrantarse, pero difícilmente uno quebranta su propia moral y sus propias convicciones.
Cuando la masonería propuso este camino se convirtió en un peligro para las religiones organizadas y para los monarcas y tiranos del mundo. Si la gente comenzaba a pensar por sí misma pronto se daría cuenta de que algo no funcionaba bien en la dominación que ejercían el clero y la nobleza. Por eso la masonería fue perseguida y se divulgaron toda clase de bulos y mentiras. Durante una época fue el liberalismo del siglo XIX, el movimiento político que defendía la democracia y la república. La Iglesia los acusaba de ser satánicos y la nobleza de ser conspiradores. El tiempo les dio la razón a los liberales. También les ocurrió a los judíos, Hitler les acusó de ser los causantes de todos los males. De hecho en aquella época la propaganda nazi atacaba por igual a judíos y masones. Al final la historia demostró que ni judíos ni liberales eran todo eso de lo que les acusaban los dictadores. El reconocimiento social de la verdadera función de la masonería parece que está tardando más en llegar en algunas partes del mundo.
Cuando uno quiere destruir a su competencia el ataque más fácil es tratar de minar su reputación, a ser posible atacando aquellas cosas buenas y propagando falsa información afirmando lo contrario. Fue así como se empezó a propagar el mito de que la masonería quería dominar el mundo, cuando precisamente pretende todo lo contrario: hacer a los humanos más libres. No hay más que ver que todas las dictaduras han perseguido a la masonería: Franco, Hitler, Lenin,… Parece absurdo que todavía perdure el mito del “contubernio judeo-masónico”. Para algunos la masonería se ha convertido en el chivo expiatorio al que echarle la culpa de todo lo que pasa. Curiosamente, cuando uno investiga, se da cuenta de que los mismos que defienden esas posturas suelen ser personas intolerantes, intransigentes y generalmente fundamentalistas de una religión o de una idea política a quienes les gustaría imponer a todo el mundo su visión de las cosas.... o terraplanistas.
Por otro lado, aprovechando ese halo de misterio del que se tuvo que cubrir la masonería para seguir trabajando en favor de la libertad y en contra de las tiranías, ha sido aprovechada por autores sensacionalistas y por grupos esotéricos para darse importancia a sí mismos. Muchos autores de temas de misterio han exagerado ese aspecto más desconocido para hinchar sus libros de forma sensacionalista. Mientras que grupos esotéricos de todo el mundo, la mayor parte de las veces fruto del delirio de algún lunático con ansias de poder que aspira a engañar a cuatro crédulos, han querido buscar una vinculación con la masonería que en realidad no existe. Algunos conspiranoicos mezclan la masonería con otras cosas para crear un disparate esquizofrénico donde se acusa a la masonería de matar a JFK, de fingir el viaje a la Luna o de provocar los huracanes.
Algunos pretenden demostrar la teoría de la dominación mundial aludiendo a los pocos personajes importantes de la historia que fueron masones. Sí es cierto que Washington, Franklin, Miranda, Bolívar o Sagasta fueron masones. Pero son una minoría de los líderes históricos mundiales.
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George Washington colocando la Piedra Fundamental del Capitolio - 18 de septiembre de 1793 |
Ha habido más personas importantes que han sido, por ejemplo, protestantes o practicante de Judo. ¿Significa eso que el protestantismo o la Federación Mundial de Judo dominan el mundo? Otras veces se publican listas (casi siempre hinchadas) sobre los diputados masones en tal época, o los ministros masones en tal otra. Esas listas son tan absurdas como sacar una lista de todos los diputados españoles que son socios del equipo de fútbol Real Madrid. ¿Diríamos entonces que el Real Madrid gobierna España?
Otra cosa bien distinta es preguntarnos si existen organizaciones secretas de poderosos. Quizá sí, es posible que los ricos y poderosos del mundo se junten para tratar de controlar aspectos de la economía y la política, como algunos dicen que pasa en el Club Bilderberg. Pero esas reuniones seguramente serán tan convencionales como pueda serlo una reunión de una junta directiva de una empresa. Realmente el método masónico, con su parsimonia y la paciencia y el tiempo de introspección que requiere, poco les serviría para sus propósitos.
Además, es cierto que la masonería es una actividad poco convencional, pero no lo es más de lo que pueda serlo, por ejemplo, una clase de Tai Chi. Solo que el Tai Chi es más conocido y la masonería no tanto. Pero ¿se imaginan lo que debieron pensar los primeros que vieron a un grupo de occidentales vestidos con pijamas de colores y haciendo pausados y extraños movimientos? Pues es un poco lo mismo que aún ocurre hoy en día con la masonería.
La realidad es que en las logias hoy en día hay gente normal. Algunas de las profesiones de masones que conozco son comercial, programador web, aparejador, policía, informático, funcionario administrativo, enfermero,… Como se puede ver, gente que difícilmente puede controlar el mundo. Gente que lo único que quiere es mejorar como persona mediante la práctica de la tolerancia, el respeto, el pensamiento y el autoconocimiento. Ojalá más gobernantes y políticos fuesen masones, quizá se incrementarían los niveles de ética en la política y ayudarían a crear una sociedad más libre y más justa.
Los Illuminatis
Cuando Adam Weishaupt fundó en 1776 la Asociación de los Perfectibilistas seguramente no imaginaba que estaba echando leña a la febril imaginación de todos aquellos que, a la desesperada, buscaban una explicación para un mundo que se acababa dando paso a otro y sólo la encontraban en el viejo recurso del enemigo en la sombra, de la conspiración en suma. Porque esa organización, a cuyos miembros se empezó a llamar illuminati, se sumó a toda una corriente intelectual que integraban ilustrados, masones, rosacruces y demás y no tardaría en ser acusada junto a ellas de la caída del Antiguo Régimen.
Weishaupt era un joven profesor de Derecho Canónico en la universidad de Ingolstadt, Baviera; el único laico de un claustro controlado por ex-jesuitas (la compañía fue disuelta en 1773), cuyo acoso contra todo lo que fuera sospechoso de herejía (léase protestantismo), le terminó por despertar, a un ilustrado como él, un sentimiento anticlerical. Como era frecuente entonces, buscó una válvula de escape en el asociacionismo pero, dado que no simpatizaba con la salida que hubiera sido natural, la masonería, decidió crear su propio grupo.
Lo llamó
Bund der Perfektibilisten (Unión de Perfectibilidad) y adoptó como símbolo el búho de Minerva, la Atenea griega, diosa de la sabiduría.
Pronto se le sumaron varios estudiantes, deseosos de acceder a lecturas censuradas o prohibidas, y se juntaron una docena de miembros, que pasaron a ser casi una treintena a finales de año. No se habían planteado aspirar a más pues habían concebido aquello como un círculo íntimo, a pesar de que todos usaban pseudónimo -a menudo tomado de la historia o la literatura clásica-, para establecer una relación de igualdad; Weishaupt se hacía llamar Espartaco.
Con esa modestia funcionaron dos años hasta que en 1778, al ir incorporándose gente nueva, se replanteó la asociación como una orden secreta (probable y paradójicamente inspirándose en la Compañía de Jesús, dada su cercanía). El fundador propuso rebautizarla como Orden de la Abeja, metaforizando su labor de recopilación de la sabiduría con la de los insectos con el néctar floral, pero se prefirió Bund der Illuminaten (Unión de Iluminados), que finalmente quedó en Illuminatenorden, es decir, Orden de los Iluminados.
El nombre era una clara referencia a la Ilustración, tan de moda en aquel momento, pues su objetivo estaba en sintonía con ese movimiento: la educación como instrumento para alcanzar la libertad, la formación intelectual y moral del ciudadano para hacer innecesarias tanto la tutela espiritual de la Iglesia como la opresión totalitaria en el ámbito político. Más o menos las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que en breve esgrimiría la Revolución Francesa.
Lo cierto es que de su estallido se culpó, entre otros, a los ya llamados illuminati debido a la tesis desarrollada por su creador, según la cual el régimen absolutista no era sino una etapa más de la historia en su devenir hacia un mundo mejor, un mundo que recuperase la infancia de la Humanidad, perdida por el camino, y en el que no había deseo de poder ni de propiedad. Sin embargo, Weishaupt rechazaba el recurso revolucionario y abogaba por una reconducción, factible si se conseguía acceder a los resortes políticos.
Desde la reorganización de 1780, la orden funcionó más en serio. Primero, porque se incorporaron algunos personajes ilustres, de entre los que cabe destacar al escritor alemán Goethe, el célebre autor de Fausto, que también era masón; al filósofo y teólogo Herder (el creador del concepto Volksgeist, el espíritu nacional popular típico del Romanticismo alemán); y a Mirabeau, político francés, padre de la Revolución.
Otros destacados serían Knigge, literato germano masón, defensor de los derechos humanos (De cómo tratar con las personas) y que eligió ser conocido como Filón de Alejandría (un filósofo judío de la época helenística); el Conde de Saint-Germain, uno de los inspiradores de Weishaupt; o el famoso Cagliostro. Un tercio procedía de la nobleza y un pequeño pero no desdeñable porcentaje, estaba compuesto por clérigos, cosa curiosa teniendo en cuenta que el reglamento proscribía los libros religiosos.
Al haber más integrantes se hizo necesario establecer una estructura de mayor complejidad y fue Knigge el encargado de diseñarla, imitó la de la masonería -recordemos que también era masón-, a base de grados con adquisición progresiva ascendente de mayores conocimientos, aun cuando esa otra organización era vista sobre todo como caladero de reclutamiento.
De hecho, los propios jesuitas seguían un sistema parecido, fuertemente jerarquizado y con obediencia ciega de sus números, por lo que debió ejercer alguna influencia también. El caso es que a los recién reclutados se les mantenía en la ignorancia en lo referente al modus operandi y se les exigía una disciplina estricta. Esa rigidez, por cierto, alejó a numerosos intelectuales, que no quisieron entrar o se fueron al sentirse incómodos.
Los Illuminati se escalonaron en tres clases: una previa, para los nuevos (por eso se llamaba La Guardería), graduada en preparatorios, novicios, minervales e iluminados menores; otra baja (Masónica), a su vez estructurada en peones, oficiales, maestros e iluminados (mayor y regente), y otra alta (Los Misterios) con los grados de sacerdote, príncipe, mago y rey. Weishaupt y Knigge estaban en la cúspide, dirigiendo lo que llamaban el Areópago. Asimismo se establecieron ritos y ceremoniales iniciáticos pero se desconoce cómo eran porque el escaso recorrido cronológico de la orden impidió ponerlos por escrito. Además, el secretismo era mayor que en la masonería, pese a que un tercio de los iluminados también militaban en ella.
Eso fue arma de doble filo. Como suele pasar, tarde o temprano tenían que llegar las disputas internas y un masón como Knigge, que se enemistó con Weishaupt porque consideraba contraproducente la hostilidad anti-religiosa, amenazó con desvelar los secretos a los otros porque se había admitido a varios aristócratas sospechosos de defender el absolutismo. En febrero de 1784 se celebró un congreso en Weimar para atender esa queja pero el resultado fue la elección de un nuevo Areópago dirigido por el Conde de Stolberg-Rosslay (pero, presumiblemente, con Weishaupt en la sombra), así que Knigge dejó la orden.
El conflicto resultó demasiado estentóreo y empeoró la imagen que sobre los Illuminati habían extendido los rosacruces (una orden secreta ligada a la masonería pero de espíritu protestante y proclerical), tras desatar una campaña de difamación contra ellos con denuncias de ateísmo, anticristianismo y traición, seguramente irritados por el intento de los primeros de reclutar nuevos miembros entre sus filas.
El caso es que autoridades de Baviera, enteradas de la existencia de la orden, prohibieron todo tipo de asociaciones que no contasen con su aprobación a mediados de junio de 1784, cuando los iluminados ya sumaban más de seiscientos cincuenta efectivos. Illuminati y francmasones fueron proscritos temporalmente, cayendo sobre ellos todo tipo de acusaciones: desde ser enemigos de la religión a conspirar contra el gobierno, pasando por asesinato de funcionarios para ocupar su lugar.
El apoyo del papa Pío VI a esas medidas, declarando a masones e iluminados incompatibles con la fe católica, dio pie a una dura represión. Registros, despidos, arrestos, destierros. Al año siguiente la ilegalización se hizo definitiva y en 1787 se añadió la amenaza de aplicar la pena de muerte a todo aquel que intentase revivir ese tipo de organizaciones. Para entonces, dado el clima hostil que se había desatado contra los iluminados, Weishaupt se había exiliado en Ratisbona.
Aunque siguió habiendo sociedades secretas, y la masonería fue un ejemplo de supervivencia, los Illuminati quedaron disueltos definitivamente, máxime cuando luego se les identificó, con más voluntarismo que realidad, con los jacobinos revolucionarios (la confusión suele venir de la existencia de un grupo revolucionario autodenominado Les Illuminés). El mito había eclosionado.
Desde entonces todas las noticias sobre el renacimiento de la orden que brotan de vez en cuando no superan el carácter de leyenda o engaño fantasioso, salvo cuando algún grupúsculo minoritario adopta el nombre para aprovechar el tirón; cualquiera puede organizar una asociación más o menos estrambótica y llamarla así. Carnaza para las teorías conspiranoicas vinculadas a la extrema derecha y el sector más integrista del catolicismo… o para la ficción literaria/cinematográfica.
Cuál es la diferencia?
Para finalizar hemos de decir, que NO son lo mismo estas dos organizaciones dado que una, la masonería, busca el crecimiento intelectual dentro del grupo, sin la necesidad de nada más.
Mientras que los illuminatis buscan (según las teorías que se conocen) acabar con el régimen establecido para imponer un nuevo sistema a nivel internacional o mundial, en el cual no existiría la propiedad privada, entre otros elementos.