Páginas

Pages

lunes, 31 de julio de 2017

Astronomía Zetética (S. Rowbotham) Capítulo VI

Capítulo VI: El movimiento del sol, concéntrico con el centro polar

Como se ha demostrado que la tierra está fija, el movimiento del sol es una realidad visible. Si se observa desde cualquier latitud unos pocos grados al norte de la línea llamada "Trópico de Cáncer", y se verá que describe un arco de círculo. El siguiente experimento simple será interesante, ya que demuestra el hecho de que el camino del sol es concéntrico con el centro de la superficie de la tierra. Deje que el observador tome su posición, media hora antes del amanecer (en el mes de junio, o cualquiera de los meses de verano será mejor que el invierno, ya que los resultados serán más llamativos), en el extremo de del viejo o el nuevo muelle en Brighton, en Sussex. Que dibuje una línea hacia el norte y hacia el sur; Y una segunda línea hacia el este y el oeste, a través de la primera. Ahora de pie con la espalda hacia el norte. Estando así en su puesto y listo para la observación, que observe cuidadosamente la primera aparición del sol sobre el horizonte; Y verá que el punto donde se observa por primera vez el sol es considerablemente al norte del este, o la línea trazada en ángulo recto al norte y al sur. Si continúa observando el progreso del sol hasta el mediodía, será visto ascender en una curva hacia el sur hasta llegar al meridiano; Y desde allí descender en una curva occidental hasta llegar al horizonte, y fijarse considerablemente al norte del oeste debido, como se muestra en el siguiente diagrama, Fig. 59.


Un objeto que se mueve en un arco de círculo, y vuelve a un punto determinado en un tiempo determinado, como el sol hace al meridiano, debe, por necesidad, haber completado un camino circular en las veinticuatro horas que constituyen un día solar. Para poner el asunto sin lugar a dudas, las observaciones de los navegantes árticos pueden ser referidas. El capitán Parry y varios de sus oficiales, en tierras altas ascendentes cerca del círculo ártico, vieron varias veces, durante veinticuatro horas, el sol describiendo un círculo en el horizonte meridional
Muy pocos de nosotros habíamos visto el sol a la medianoche, y esta noche que pasó a ser particularmente claro, su disco rojo ancho, curiosamente distorsionado por la refracción, y barriendo majestuosamente a lo largo del horizonte del norte, era un objeto de grandeza imponente, que remachó a La cubierta de algunos de nuestros tripulantes, que tal vez habría visto con indiferencia el efecto menos imponente de los icebergs.Los rayos eran demasiado oblicuo para iluminar más de las irregularidades de los témpanos, y cayendo así parcialmente sobre las formas grotescas, bien asumidas realmente por el hielo, o distorsionadas por la desigual refracción de la atmósfera, traicionaron así la imaginación, que no requirió gran esfuerzo de fantasía para rastrear en varias direcciones, Edificios arquitectónicos, grutas y cuevas, aquí y allá, brillantes como si fueran metales preciosos.


El benemérito "doctor" Samuel Rowbotham comienza el capítulo VI del libro haciendo hincapié en que ya está "demostrado" no solo la planitud de la tierra sino también su inmovilidad, así que pasa directamente al asunto del movimiento del sol. Por alguna razón que únicamente él conocía, parece que el lugar más apropiado para observar la trayectoria del sol a lo largo del día está en Brighton.

Comencemos por ver qué es lo que vio y que lo convenció de que el sol gira alrededor del polo norte...


Con el permiso del Dr. Rowbotham y aplicando su mismo estilo, diremos que estando cabalmente demostrada la esfericidad terrestre y su rotación,  todo su modelo carece de sentido.

De todas maneras, por un momento vamos a darle algo de crédito y asumiremos que la tierra es plana. Es maravilloso ver cómo ha explicado con solo un par de párrafos el movimiento del sol... aunque hay algunos puntos que no explica satisfactoriamente. Es una pena que no se haya explayado un poco sobre estas extrañas particularidades ...
  • Por alguna misteriosa razón, el sol, a lo largo del año, varía su trayectoria ubicándose en algún punto sobre el área delimitada por los trópicos. Qué es lo que provoca ese extraño comportamiento? De hecho, en el Capítulo VII, reconoce que no tiene ni la menor idea...
  • Más extraño todavía, nadie puede dejar de notar que al moverse sobre el trópico de Capricornio o cerca de él, no puede viajar a la misma velocidad a la que lo hace cuando se encuentra cerca del trópico de Cáncer. En su viaje desde el primero hacia el segundo debe ir frenando uniformemente para cumplir con su trayectoria en el tiempo exacto de 24 horas. Posteriormente, una vez alcanzado el trópico de Cáncer, comenzar a acelerar constantemente para mantener su ritmo de giro hasta alcanzar el trópico de Capricornio y reiniciar el proceso. Raro, no? Es lamentable que no haya hecho ni siquiera una mención a este punto.
Menciona el sol de medianoche en el Ártico, pero ignora convenientemente que ese mismo fenómeno puede verse en el hemisferio sur. Durante el verano austral, puede verse 24 horas de luz solar en la Antártida, y sin necesidad de irse hasta allí, puede disfrutarse de hasta más de 17 horas diarias de luz solar en las ciudades ubicadas en el extremo sur de Sudamérica, tales como Ushuaia en Argentina.


Esto provoca un muy extraño patrón en el mapa terraplano, al considerar el área iluminada por el sol muy difícil de conciliar con la idea de una tierra plana


Tan extraordinarios fenómenos, en cambio, resultan todos sencillamente explicados en una tierra esférica

Para ver más sobre estos apasionantes misterios:

viernes, 28 de julio de 2017

Astronomía Zetética (S. Rowbotham) Capítulo V

Capítulo V: La verdadera distancia del sol

Ahora se demuestra que la tierra es un plano, y por lo tanto la distancia del sol puede ser fácilmente y con mayor precisión determinada por el proceso más simple posible. La operación es una en trigonometría plana, la cual no admite incertidumbre y no requiere modificación o tolerancia para influencias probables. El principio implicado en el proceso puede ilustrarse mediante el siguiente diagrama, la fig. 56.

Fig. 56
Sea A un objeto, cuya distancia se desea, en el lado opuesto de un río. Colocar una varilla verticalmente en el punto C, y tomar un pedazo de cartón fuerte, en forma de triángulo rectángulo, como B-C-D. Es evidente que la colocación de la

Mirando a lo largo del lado D-B, la línea de visión D-B-H, pasará a la izquierda del objeto A. Al mover el triángulo más a la derecha, a la posición E, La línea E-F, seguirá pasando a la izquierda de A; Pero al desplazarlo nuevamente a la derecha, hasta que la línea de visión de L coincida con el objeto A, se verá que L-A, lleva la misma relación con A-C-L, como D-B lo hace a B-C-D: en otras palabras, los dos lados del triángulo B-C y C-D, son iguales en longitud, por lo que las dos líneas C-A y C-L son iguales. Por lo tanto, si se mide la distancia de L a C, será en realidad la misma que la distancia deseada de C a A. Será obvio que el mismo proceso aplicado verticalmente es igualmente cierto en sus resultados. En una ocasión, en el año 1856, El autor habiendo impartido anteriormente un curso de conferencias en Great Yarmouth, Norfolk, y este tema se volvió muy interesante para algunos de sus auditores, se le invitó a encontrarse en la orilla del mar; Y entre otras observaciones y experimentos, para medir, por el proceso anterior, la altura del Monumento de Nelson, que se encuentra en la playa cerca del mar. Un pedazo de cartón grueso se cortó en forma de un triángulo rectángulo, la longitud de los dos lados es de unos 8 pulgadas. Un fino hilo de seda, con un guijarro unido, constituía una plomada, fijada con un alfiler a un lado del triángulo, como se muestra en P. El propósito de esta plomada era permitir al observador mantener el triángulo en una posición verdaderamente vertical. Al mirar sobre el triángulo sostenido verticalmente, y un lado paralelo con la plomada P, desde la posición A, La línea de visión cayó sobre el punto B; Pero al caminar gradualmente hacia atrás, la parte superior del casco D, sobre la cabeza de la figura de Britannia, que sobrepasa la columna, fue finalmente visible desde el punto C. Al prolongar la línea D,-C hasta H, por medio de un vástago, se midió la distancia desde H al centro del Monumento en O, y resultó que la altitud O-D era igual a O-H

Fig. 57
Posteriormente la altitud se obtuvo a partir de un trabajo publicado en Yarmouth, y se encontró que difieren sólo una pulgada de la altitud determinada por la simple operación descrita anteriormente. Las observaciones e ilustraciones anteriores no son, por supuesto, necesarias para el matemático; Pero puede ser útil al lector general, mostrándole que la trigonometría plana, llevada a cabo sobre el plano o superficie horizontal de la tierra, permite operaciones simples y perfectas en principio, y en la práctica plenamente confiables y satisfactorias.

Las ilustraciones dadas arriba se refieren a un objeto fijo; Pero el sol no es fijo; Por lo tanto, debe adoptarse una modificación del proceso, pero con el mismo principio. En lugar del simple triángulo y la plomada, representados en la Fig. 57, debe emplearse un instrumento de arco graduado, y dos observadores, uno en cada extremo de una línea de base norte y sur, deben observar al mismo tiempo el borde inferior del sol al pasar por el meridiano; Cuando, a partir de la diferencia en el ángulo observado, y la longitud conocida de la línea de base, se puede calcular la distancia real del sol. El siguiente caso ilustrará plenamente esta operación, así como sus resultados e importancia:

La distancia desde el puente de Londres a la costa del mar en Brighton, en línea recta, es de 50 millas terrestres (80 km). En un día determinado, a las 12 horas, se encontró que la altitud del sol, cercana al agua en el puente de Londres, era de 61 grados de arco; Y en el mismo momento se observó que la altitud desde la costa del mar en Brighton era de 64 grados de arco, como se muestra en la Fig. 58. La línea de base de L a B, es de 50 millas terrestres; El ángulo en L, 61 grados; Y el ángulo en B, 64 grados. Además del método por cálculo, la distancia del borde inferior del sol puede ser determinada a partir de estos elementos por el método llamado "construcción". El diagrama, fig. 58 , es el caso anterior "construido"; Es decir, la línea de base de L a B representa 50 millas terrestres; y la línea L-S Se dibuja con un ángulo de 61 grados, y la línea B-S, con un ángulo de 64 grados. Ambas líneas se prolongan hasta que se cruzan en el punto S. Luego, con un par de compases, mida la longitud de la línea de base B-L y vea cuántas veces puede encontrarse la misma longitud en la línea L-S o B-S.

Fig.58
Se encontrará que es dieciséis veces 50 millas, igual a 800 millas terrestres (1287 km). Luego mida de la misma manera la línea vertical D-S, y se verá que es de 700 millas (1126 km). Por lo tanto es demostrable que la distancia del sol sobre esa parte de la tierra a la cual es vertical es solamente 700 millas terrestres. Por el mismo modo se puede comprobar que la distancia desde Londres de esa parte de la tierra donde el sol era vertical en el momento (13 de julio de 1870) las observaciones anteriores fueron tomadas, era sólo 400 millas terrestres (643 km), como se muestra dividiendo el Línea de base L-D, por la distancia B-L. Si se quiere tener en cuenta la refracción -que sin duda existe cuando los rayos del sol tienen que pasar a través de un medio -la atmósfera, que aumenta gradualmente en densidad A medida que se aproxima a la superficie de la tierra- disminuirá considerablemente la distancia antes mencionada del sol;

El método anterior de medir distancias se aplica igualmente a la luna ya las estrellas; y es fácil demostrarlo, colocarlo más allá de la posibilidad de error, mientras se excluyen premisas supuestas, que la luna está más cerca de la tierra que el sol, y que todas las luminarias visibles en el firmamento están contenidas dentro de una distancia vertical de 1000 millas terrestres (1609 km); de lo cual se deduce inevitablemente que la magnitud del sol, de la luna, de las estrellas y de los cometas es comparativamente pequeña - mucho más pequeña que la tierra de la cual se miden, y a la cual, por lo tanto, deben necesariamente ser secundarias. Y subserviente. En realidad, no pueden ser nada más que "centros de acción", arrojando luz y productos químicos sobre la tierra.


Ya desde el inicio afirma Rowbotham que la planitud de la tierra está demostrada, por lo que no toma en cuenta la curvatura terrestre al hacer las observaciones.

Tomando como referencia la línea Londres Brighton hace sus cálculos:


Determina la altura del sol en Londres en 64º y en 61º para Brighton. Con esos datos, calcula que la vertical del sol se encuentra a 400 millas (643 km) al sur de Londres a una altitud de 700 millas (1126 km). Veamos entonces dónde estaba el sol el 13 de julio de 1870


Resulta entonces que el sol se encontraba justo encima de la localidad de Foussignac, en Francia, la que está sobre la latitud 45°42′N.

Esto deja al sol fuera de los límites impuestos por los trópicos. Esto ya es suficiente para concluir que hay un error muy grave en el cálculo que ha realizado. Por la fecha (13 de julio) sabemos que el sol debería hallarse aproximadamente en el primer tercio de su recorrido entre el Trópico de Cáncer y el ecuador, a varios miles de kilómetros de la ubicación estimada por Rowbotham.

Además, la diferencia entre la latitud de Foussignac y la de Buenos aires es de 80.3 grados, lo que equivale a 5545 millas o 8923 km. Otras ciudades como Montevideo o Ciudad del Cabo están ubicadas en latitudes similares. Si el cálculo de Rowbotham estuviera acertado, el mediodía de mediados de julio en esas latitudes nos mostraría al sol apenas 7º por sobre el horizonte, según se puede apreciar en el siguiente diagrama:


Obviamente, tal cosa no ocurre, lo que corrobora la inexactitud de las afirmaciones hechas por Rowbotham. Sobre la imagen siguiente podemos apreciar lo antedicho en conjunto:


Basándose en el diámetro de la Tierra calculado por Eratóstenes, Hiparco de Nicea, aproximadamente 150 años a. de J.C., calculó la distancia Tierra-Luna. Utilizó un método sugerido un siglo antes por Aristarco de Samos, el más osado de los astrónomos griegos, los cuales habían supuesto ya que los eclipses lunares eran debidos a que la Tierra se interponía entre el Sol y la Luna. Aristarco descubrió que la curva de la sombra de la Tierra al cruzar por delante de la Luna indicaba los tamaños relativos de la Tierra y la Luna. A partir de esto, los métodos geométricos ofrecían una forma para calcular la distancia a que se hallaba la Luna, en función del diámetro de la Tierra. Hiparco, repitiendo este trabajo, calculó que la distancia de la Luna a la Tierra era 30 veces el diámetro de ésta. Tomando la cifra de Eratóstenes, o sea, 12.000 km, para el diámetro de la Tierra, esto significa que la Luna debía de hallarse a unos 384.000 km de la Tierra. Este cálculo resultó ser bastante correcto

Aristarco realizó también un heroico intento por determinar la distancia Tierra-Sol. El método geométrico que usó era absolutamente correcto en teoría, pero implicaba la medida de diferencias tan pequeñas en los ángulos que, sin el uso de los instrumentos modernos, resultó ineficaz para proporcionar un valor aceptable. Según esta medición, el Sol se hallaba unas 20 veces más alejado de nosotros que la Luna (cuando, en realidad, lo está unas 400 veces más). En lo tocante al tamaño del Sol, Aristarco dedujo, aunque sus cifras fueron también erróneas- que dicho tamaño debía de ser, por lo menos, unas 7 veces mayor que el de la Tierra, señalando a continuación que era ilógico suponer que el Sol, de tan grandes dimensiones, girase en tomo a nuestra pequeña Tierra, por lo cual decidió, al fin, que nuestro planeta giraba en tomo al Sol.

En 1650 (mucho antes de que existiera la NASA), el astrónomo belga Godefroy Wendelin, repitiendo las observaciones de Aristarco con instrumentos más exactos, llegó a la conclusión que el Sol no se encontraba a una distancia 20 veces superior a la de la Luna (lo cual equivaldría a unos 8 millones de kilómetros), sino 240 veces más alejado (esto es, unos 97 millones de kilómetros). Este valor era aún demasiado pequeño, aunque a fin de cuentas, se aproximaba más al correcto que el anterior.

Kepler
Por otra parte, en el año 1609, el astrónomo alemán Johannes Kepler abría el camino hacia las determinaciones exactas de las distancias con su descubrimiento que las órbitas de los planetas eran elípticas, no circulares. Por vez primera era posible calcular con precisión órbitas planetarias y, además, trazar un mapa, a escala, del Sistema Solar. Es decir, podían representarse las distancias relativas y las formas de las órbitas de todos los cuerpos conocidos en el Sistema. Esto significaba que si podía determinarse la distancia, en kilómetros, entre dos cuerpos cualesquiera del  Sistema, también podrían serlo las otras distancias. Por tanto, la distancia al Sol no precisaba ser calculada de forma directa, como habían intentado hacerlo Aristarco y Wendelin. Se podía conseguir mediante la determinación de la distancia de un  cuerpo más próximo, como Marte o Venus, fuera del sistema Tierra-Luna.

En 1673, el método del paralaje dejó de aplicarse exclusivamente a la Luna, cuando el astrónomo francés, de origen italiano, Jean-Dominique Cassini, obtuvo el paralaje de Marte. En el mismo momento en que determinaba la posición de este planeta respecto a las estrellas, el astrónomo francés Jean Richer, en la Guinea francesa, hacía idéntica observación. Combinando ambas informaciones, Cassini determinó el paralaje y calculó la escala del Sistema Solar. Así obtuvo un valor de 136 millones de kilómetros para la distancia del Sol a la Tierra, valor que, como vemos, era, en números redondos, un 7 % menor que el actualmente admitido. Desde entonces se han medido, con creciente exactitud, diversos paralajes en el Sistema Solar. En 1931 se elaboró un vasto proyecto internacional cuyo objeto era el de obtener el paralaje de un pequeño planetoide llamado Eros, que en aquel tiempo estaba más próximo a la Tierra que cualquier otro cuerpo celeste, salvo la Luna. En aquella ocasión, Eros mostraba un gran paralaje, que pudo ser medido con notable precisión, y, con ello, la escala del Sistema Solar se determinó con mayor exactitud de lo que lo había sido hasta entonces. Gracias a estos cálculos, y con ayuda de métodos más exactos aún que los del paralaje, hoy sabemos la distancia que hay del Sol a la Tierra, la cual es de 150.000.000 de kilómetros, distancia que varía más o menos, teniendo en cuenta que la órbita de la Tierra es elíptica, al igual que la del resto de órbitas de todos los planetas de nuestro Sistema Solar

Anterior: Capítulo IV: La verdadera forma y magnitud de la Tierra
Siguiente: Capítulo VI: El movimiento del sol, concéntrico con el centro polar

lunes, 24 de julio de 2017

Astronomía Zetética (S. Rowbotham) Capítulo IV

Capítulo IV: La verdadera forma y magnitud de la Tierra 

Los hechos y experimentos ya adelantados hacen innegable que la superficie de todas las aguas de la tierra es horizontal; Y que, por irregular que sea el contorno superior de la tierra misma, toda la masa, la tierra y el agua juntos constituyen un PLANO CIRCULAR INMENSO E INMÓVIL.

Si viajamos por tierra o por mar, desde cualquier parte de la tierra en dirección a cualquier línea meridiana, y hacia la estrella central del norte llamada "Polaris", llegamos a un mismo lugar, una región de hielo, donde la estrella que ha sido nuestra guía, está directamente encima de nosotros, o vertical a nuestra posición. Esta región es realmente EL CENTRO DE LA TIERRA; y las observaciones recientes parecen demostrar que es un vasto mar de casi mil millas de diámetro, y rodeado por una gran pared o barrera de hielo, de ochenta a cien millas de ancho. Si de esta región central trazamos el contorno de las tierras que se proyectan o irradian de él y cuya superficie está por encima del agua, encontramos que la forma actual de la tierra o "tierra seca", a diferencia de las aguas del gran océano, es una masa irregular de cabos, bahías e islas, que terminan en en grandes riscos o promontorios, proyectándose principalmente hacia el sur o, al menos, en una dirección alejada del gran centro septentrional.

Si ahora navegamos con nuestras espaldas continuamente hacia esta estrella central, "Polaris", o el centro de la superficie terrestre, llegaremos a otra región de hielo. En cualquier meridiano que naveguemos, manteniendo el centro septentrional detrás de nosotros, nos verifican en nuestro progreso por grandes y elevados acantilados de hielo. Si nos volvemos a la derecha o a la izquierda de nuestro meridiano, estas barreras heladas nos rodean durante todo nuestro pasaje. Por lo tanto, hemos encontrado que hay un gran mar que fluye y desciende en el centro de la tierra; con una pared límite de hielo, con casi cien millas de espesor y tres mil millas de circunferencia. Que saltan o se proyectan desde esta pared helada, se extienden hacia el sur masas irregulares de tierra, donde un desolado desorden de aguas turbulentas rodea los continentes, y es ella misma arrastrada por vastas correas y paquetes de hielo, limitada por inmensas barreras congeladas, cuya profundidad y extensión laterales son totalmente desconocidas:
"La tempestad desenfrenada del santuario de la naturaleza, el límite insuperable levantado para guardar sus misterios del ojo del hombre profano."
La superficie de la tierra está representada por el diagrama, Fig. 54 , y una vista en sección en la fig. 55 . N, el mar abierto central, II, la pared circular o barrera de hielo, L, L, L, las masas de tierra que tienden hacia el sur, W, WW, las "aguas de las grandes profundidades", SS, S, el límite meridional de hielo y DDD, la oscuridad exterior, en la que el mundo material se pierde ante la percepción humana.

Fig. 54 Diagrama de la Superficie de la tierra
Fig. 55  Vista seccionada de la superficie de la  tierra
Hasta dónde se extiende el hielo; cómo termina; y lo que existe más allá, son preguntas que ninguna experiencia humana presente puede responder. Todo lo que sabemos actualmente es que la nieve y el granizo, los vientos aullantes y las tormentas y huracanes indescriptibles prevalecen. Y que en cada dirección "la entrada humana está atrancada por escarpas no selladas de hielo perpetuo", extendiéndose más allá de lo que el ojo o el telescopio pueden penetrar y perderse en la penumbra y oscuridad.

La extensión o magnitud superficial de la tierra desde el centro septentrional hasta la circunferencia meridional, sólo puede indicarse aproximadamente. Para este propósito bastará con la siguiente evidencia. Al establecer el Cable Atlántico desde el buque de vapor Great Eastern, en 1866, la distancia de Valencia, en la costa suroeste de Irlanda, a la Bahía de la Trinidad en Terranova, se encontró a 1665 millas. La Longitud de Valencia es 10° 30'W; la de La Bahía de la Trinidad 53° 30'W. La diferencia de longitud entre los dos lugares es de 43°, y la distancia total alrededor de la tierra se divide en 360°. Por lo tanto, si se determina que 43° son 1665 millas náuticas, o 1942 millas terrestres, 360° serán 13,939 náuticas, o 16,262 millas terrestres; Después tomando la proporción del radio a la circunferencia, tenemos 2200 millas náuticas, o 2556 millas terrestres como la distancia real de Valencia.

Otra, y una manera muy hermosa y exacta de determinar la circunferencia de la tierra es la siguiente:

La diferencia de longitud entre Heart's Content Station, Newfoundland, y la de Valencia, o en otras palabras, entre los puntos extremos del Atlántico; (El Cable), se ha comprobado por el Sr. Gould, agrimensor de costa del gobierno de Estados Unidos, a 2 horas, 51 minutos y 56,5 segundos".

El sol pasa sobre la tierra y vuelve al mismo punto en 24 horas. Si en 2 horas, 51 minutos y 56.5 segundos, pasa desde el meridiano del extremo del cable en Valencia  hasta donde termina en Heart's Content, a una distancia de 1942 millas terrestres, ¿cuanto viajará en 24 horas? Al hacer el cálculo, la respuesta es 16.265 millas terrestres. Este resultado es sólo tres millas de distancia mayor que la obtenida por el primer proceso.

Una vez más en el Boston Post, para el 30 de octubre de 1856, el Teniente Maury da lo siguiente como las distancias correctas, en millas geográficas, a través del Atlántico por las diversas rutas (navegación en circulo).


Si tomamos la distancia (brindada en la tabla anterior) entre Liverpool y Nueva York como 3360 millas terrestres, y calculamos como en el último caso, encontramos un resultado casi similar, teniendo en cuenta el desvío alrededor del sur o el norte de Irlanda.

"La diferencia de tiempo entre Londres y Nueva York que el uso del cable eléctrico hace una cuestión de alguna consecuencia, ha sido posteriormente comprobado de nuevo. Son 4 horas, 55 minutos, 18.95 segundos."

Los resultados de estos varios métodos son tan parecidos que la distancia de 16.262 millas terrestres puede considerarse seguramente como la circunferencia aproximada de la Tierra en la latitud de Valencia.

Si la distancia entre Valencia al Cabo de Buena Esperanza, o al Cabo de Hornos, hubiera sido alguna vez medida actualmente, y no calculada, la circunferencia de la tierra en estos puntos podría, por supuesto, ser fácilmente comprobada. No podemos admitir como prueba la longitud calculada de un grado de latitud, porque esta es una cantidad relacionada con la teoría de la esfericidad de la tierra; que ha demostrado ser falsa. Por lo tanto, debemos tomar distancias conocidas entre lugares muy al sur de Valencia, donde la latitud y la longitud también han sido cuidadosamente observadas. En el Almanaque australiano de 1871, página 126, la distancia de Auckland (Nueva Zelanda), a Sydney, se da como 1315 millas náuticas, que es igual a 1534 millas terrestres. En la página 118 del almanaque australiano para 1859, el capitán Stokes, del HMS Acheron, comunica la latitud de Auckland como 36°50'05"S, y longitud 174°50'40"E; Latitud de Sydney, 33°51'45"S., y longitud 151°16'15"E. La diferencia de longitud, o distancia de tiempo, es 23°34'25", calculando como en el caso de Valencia a Terranova, encontramos que como 23°34'25" representa 1534 millas terrestres, 360° dará 23.400 millas estatales como la circunferencia de la tierra a la latitud de Sydney, Auckland y el Cabo de Buena Esperanza. Por lo tanto el radio o la distancia desde el centro del norte a los lugares antedichos es, en números redondos, 3720 millas estatales. Calculando de la misma manera, encontramos que desde Sydney hasta el Cabo de Buena Esperanza hay 8600 millas terrestres.

Los cálculos anteriores reciben una marcada corroboración de la experiencia práctica de los marineros. El autor ha sido dicho muchas veces por los capitanes de los barcos que navegan la región meridional, eso de Cape Town a Port Jackson en Australia, la distancia no es menos de 9000 millas; y de Port Jackson al cabo Horn, 9500 millas. Pero como muchos no están dispuestos a dar crédito a tales declaraciones, la siguiente cita será útil, y constituirá prueba suficiente de la verdad de los cálculos anteriores:
"El barco de vapor de Gran Bretaña ha llegado, habiendo hecho uno de los mejores viajes de regreso que se han realizado, es decir, 86 días, sólo de los cuales 72 fueron empleados en el vapor, y los restantes 14 días se explica que fueron por las detenciones. Dejó Melbourne el 6 de enero y llegó a la bahía de Simón el 10 de febrero o 35 días, luego se dirigió a Ciudad del Cabo, de donde navegó el 20 de febrero, y luego fue detenido durante cuatro días en San Miguel y Vigo. La distancia en que se usó vapor por el registro fueron 14.688 millas, que por los 72 días, da un promedio de 204 millas por día." 
Si multiplicamos la velocidad media de la navegación por los treinta y cinco días ocupados en lel recorrido entre Melbourne y la bahía de San Simón (cerca del cabo de Buena Esperanza), encontramos que la distancia es de 7140 millas náuticas, de Melbourne a Sydney es de 6 grados de Longitud más al este, o alrededor de S40 millas náuticas. Por lo tanto 7140 agregados a 340 dan 7480 millas náuticas, iguales a 8726 millas terrestres; Que es 126 millas por encima de la distancia dada más arriba

El siguiente extracto aporta pruebas adicionales sobre este importante punto:
"Cada navegante (dice el Dublín Express), compartirá el orgullo con el cual, un corresponsal relata una explotación brillante, y creemos, sin precedentes, que acaba de ser realizada por un pequeño yate de tan sólo 25 toneladas, Que no es un extraño a las aguas de la Bahía de Dublín. La gallarda embarcación salió de Liverpool para las antípodas, y llegó a salvo en Sydney después de un espléndido recorrido, realizando toda la distancia de 16.000 millas en 130 días. Motivos de exultación razonable, no más como una prueba de la habilidad náutica de nuestros aficionados, que por su espíritu aventurero, arroja a la sombra las hazañas más atrevidas de los escaladores alpinos".
La distancia desde Melbourne al Cabo de Buena Esperanza es de 7140 millas náuticas, como lo demuestra el registro de la Gran Bretaña , y como la distancia total de Melbourne a Liverpool fue de 14.688 millas náuticas, resulta que deduciendo 7140 de 14.688, el paso del Cabo de Buena Esperanza a Liverpool era 7548 millas náuticas. Si tomamos esta distancia de las 16.000 millas, que el el yate arriba mencionado navegó a Sydney, tenemos como la distancia entre el Cabo de Buena Esperanza y Sydney, 8452 millas náuticas, o 9860 millas terrestres.

En una carta de Adelaida que apareció en Leeds Mercury el 20 de abril de 1867, hablando de ciertas dificultades comerciales que habían existido allí, ocurre el siguiente paso incidental:
"Justo cuando se concluía nuestra cosecha, llegaron las primeras noticias de la escasez anticipada de panes en casa." Los tiempos eran tan desesperadamente aburridos, el dinero era tan escaso y la operación de transportar trigo a una distancia de 14000 millas tan peligrosa, que durante mucho tiempo la noticia no tuvo efecto práctico ".
De Inglaterra a Adelaida se dice aquí que hay 14.000 millas náuticas, o 16.333 millas terrestres; y como la diferencia de longitud entre Adelaida y Sidney es de 23 grados, igual a 1534 millas terrestres, encontramos que de Inglaterra a Sidney la distancia es de 17.867 millas terrestres. Tomando de esto las 7548 millas náuticas, o 8806 millas terrestres, tenemos nuevamente 9061 millas terrestres como la distancia entre el Cabo de Buena Esperanza y Sydney.

De los hechos precedentes es evidente que la circunferencia de la tierra, a la distancia del cabo de la buena esperanza del centro polar, no es menos en números redondos que 23400 millas. Por lo tanto, el radio o la distancia en una línea directa desde el centro polar a Ciudad del Cabo, a Sydney, a Auckland en Nueva Zelanda, ya todos los lugares en el mismo arco, es cerca de 3720 millas estatales. Y como la distancia desde el centro polar a Valencia en Irlanda se muestra a 2556 millas estatales, la distancia directa de Valencia a Ciudad del Cabo es 1164 Millas terrestres Si alguna vez se demuestra por la medida directa real ser más que esta distancia, entonces la distancia de Ciudad del Cabo a Sydney debe ser más de 8600 millas terrestres. Es un tema que debe mantenerse abierto para la rectificación. Lo que ya se ha dado en las páginas anteriores puede considerarse como las distancias mínimas aproximadas .

Habiendo visto que el diámetro de la superficie de la tierra, tomando la distancia de Auckland en Nueva Zelanda, a Sydney, y desde allí al Cabo de Buena Esperanza, como un arco de referencia es 7440 millas estatales; Podemos preguntarnos hasta qué punto es, desde cualquiera de los lugares mencionados, hasta el gran cinturón de hielo que rodea los océanos meridionales. Aunque las grandes islas de hielo y los icebergs se encuentran a menudo con unos pocos grados más allá del Cabo de Hornos, lo que se puede llamar las sólidas murallas de hielo parecen estar tan al sur como 78 grados. En un documento leído por Locke ante la Real Sociedad de Dublín, el viernes 19 de noviembre de 1860, e impreso en el diario de esa Sociedad, se presenta un mapa, que representa los descubrimientos antárticos, en los que se traza una "ruta de exploración propuesta por el capitán Maury, USN"; y que en el tercer párrafo dice:
"Solicito atención al diagrama No. 1, representando un trazado aproximado del supuesto continente antártico, y mostrando la vía del barco de vapor, unos doce días desde el puerto de Philip, la principal estación naval de los mares australes, hasta algún punto de desembarque disponible a la ensenada o al barranco, bajo la sombra de la costa precipitada ".
El recorrido del barco de vapor se da en este mapa como una línea punteada, curvandose hacia el este de 150 grados a 180 grados de longitud y de Puerto Felipe a 78 grados latitud sur. Si tomamos la cuerda de tal arco, encontraremos que la distancia directa de Puerto Felipe a 78 grados sur sería aproximadamente nueve días por vela, o diez días de Sydney. Ningún barco a vapor ordinario navegaría en tales latitudes, más de 150 millas terrestres al día; Por lo tanto, diez veces 150 serían 1500 millas; que sumado al radio anteriormente establecido en Sydney, haría que el radio total de la tierra, desde el centro septentrional hasta la circunferencia austral más lejana conocida, fuera de 5224 millas terrestres. Así, a partir de datos puramente prácticos, dejando de lado todas las teorías, se comprueba que el diámetro de la tierra, de las montañas de Ross, o de las montañas volcánicas de las cuales el Monte Erebus es el jefe, hasta el mismo radio de distancia en el lado opuesto del Centro norte, es más de 10.400 millas; y la circunferencia 52.800 millas terrestres.


Como puede verse en el texto, su método de medida es bastante impreciso, llegando a estimar las distancias en función del tiempo que le llevaba recorrer tales trechos a barcos que navegaban a vela, según el capricho del viento y las corrientes, y lo hace suponiendo que lo hacían en línea perfectamente recta. Tal cosa no es verificable de modo alguno. Tal método para calcular las distancias es completamente inaceptable en nuestros días. Tal vez entonces, pero no en el siglo XXI, cuando conocemos con precisión las distancias entre dos puntos.


Con esta tan cuestionable manera de calcular las distancias, afirma que la distancia entre Melbourne y el Cabo de Buena Esperanza es de 7140 millas náuticas, o sea 13.323 km, cuando la realidad es de 10.314 km. El error en esta medida es de nada menos que un 29%. Casi una tercera parte en exceso.


La posición de Melbourne es 37°49'50"S, 144°57'48"E. y la del Cabo de Buena esperanza es 34°21'31"S 18°28'22"E. En beneficio de la sencillez, despreciaremos el desvío producido por los tres grados en la latitud. La diferencia en la longitud será entonces de 126º29', que convertiremos a 126,54 grados en notación decimal.

Rowbotham afirma que la distancia de Melbourne al Cabo de Buena Esperanza es de 7140 millas náuticas (2), lo que equivale a 13.223 kilómetros.  Eso significa que si dividimos esa distancia por los 126,54 grados, nos arroja un resultado de unos 104,5 km por cada grado. Si lo multiplicamos por 360 obtenemos que la circunferencia terrestre en esa latitud es de 37.619 km

Si vemos el siguiente esquema, notaremos inmediatamente que la distancia entre Galway y Terranova (1) anunciada por Rowbotham (ver la tabla por él preparada más arriba) luce ridículamente pequeña en comparación a la que separa a Melbourne del Cabo de Buena Esperanza, que es tres veces mayor. En el mapa TP sin embargo, parece ser unas 10 veces mayor. Ese único aspecto de la cuestión debería ser suficiente para descartar todo su planteo.



Otro punto a señalar es que, incluso con sus propias medidas, la circunferencia resultante (2+3) resulta ser 2425 km menor que la circunferencia ecuatorial, lo que no tiene sentido en una tierra plana, aunque sí en una tierra esférica.

Comparemos ahora en el diagrama (1) y (4). Según el autor, mientras que la distancia entre Terranova (1) y la costa irlandesa es de 3246 km, le distancia entre el Polo Norte y el monte Erebus (4) es de 8405 km, unas dos y media veces mayor, sin embargo, en el mapa TP la línea (4) tiene más de seis veces el largo de (1)

No está de más indicar que la circunferencia terrestre, alrededor del paralelo 75º32'S donde se encuentra el Monte Erebus, mide solo 8653 km; un valor muy alejado de los 84.955 km calculados por Samuel Rowbotham.

En resumidas, entendemos que S.Rowbotham ha sido el único tierraplanista en intentar dar las “medidas de la tierra plana”, la circunferencia del “último anillo antártico” (latitud 90 sur), que sería el limite visible, puesto que según el mismo dice no se puede ver más desde la latitud 90 sur porque, “más allá de lo que el ojo o el telescopio pueden penetrar y perderse en la penumbra y oscuridad”, seguido del “radio” usando cualquier meridiano, hasta llegar al centro del mapa o como él le dice, el centro septentrional. Es claro que este señor usa nuestra proyección acimutal equidistante polar del globo, pero afirmado que la Tierra es físicamente de esa forma e introduce grandísimos errores como ya quedó demostrado más arriba. La proyección presenta grandes distorsiones en los ángulos, partiendo desde el mismo centro y progresivamente distorsiona más y más según se aleja de este centro, por lo que se necesita la referencia del diapasón de escala (ver imagen de abajo), información que se suministra en esas proyecciones, pero dato echado a la basura por S. Rowbotham, porque según el mismo dijo: “No podemos admitir como prueba la longitud calculada de un grado de latitud, porque esta es una cantidad relacionada con la teoría de la esfericidad de la tierra”.


Rowbotham dibujó su propia proyección acimutal equidistante de una forma bastante imprecisa, una gran diferencia observamos en la proyección acimutal equidistante polar de Gleason, patentada en 1892. En la siguientes imágenes, comparamos el intento pobre de S. Rowbotham de hacer una de estas proyecciones y la de Gleason.

Proyección de S. Rowbotham, coloreada por J.Phillips



Agradecimientos:
John Phillips, traducción del original en inglés y parte del material

Erick Pastén, asesoramiento s/trigonometría esférica


Anterior: Capítulo III: Experimentos 3 y 4
Siguiente: CapítuloV: La verdadera distancia del sol

jueves, 13 de julio de 2017

Demostración XV de la tierra Esférica

por Jesús Campo Garrido

No es un secreto que el día dura 24 horas. Es ésta una afirmación que ningún terraplanista podrá negar.

Sea que la Tierra gira sobre si misma, sea que el Sol gira en torno a ella, si dividimos los 360º de la rotación entre las 24 horas del día vemos que cada hora son 15º del aparente curso solar. Este simple cálculo ha servido desde antiguo para medir las horas con los relojes de sol (mucho antes de que se crease la NASA). Vemos en las siguientes imágenes cómo, efectivamente, los cuadrantes solares distribuyen las horas a intervalos regulares de 15º:


Ahora bien, ¿es compatible esta forma de medir el tiempo con una Tierra inmóvil, con centro en el polo Norte y con un pequeño Sol que orbite sobre ella, como postula la teoría terraplanista? Veamos…

Situamos en primer lugar, el recorrido del Sol sobre el ecuador por ser el término medio, digamos un día estándar con 12 horas de luz y 12 horas de noche. En poco o nada variaría que la órbita se situase en cualquiera de los trópicos, o en cualquier latitud entre ellos (o incluso fuera). En aras de la brevedad señalamos únicamente unas pocas posiciones del sol, entre el mediodía y las primeras horas de la tarde si tomamos como referencia la hora solar de Greenwich:


Si alguien tuviera la ocurrencia de instalar un reloj de sol en el polo Norte, funcionaría (más o menos) durante unos cuantos meses al año: a cada hora se corresponde un avance de 15º en la posición del Sol.


Pero… ¿Funciona igual en otras latitudes?
Situémonos, por ejemplo, en Valencia (España). Ya intuimos que el reloj está desfasado: no coinciden los 15º que representan cada hora con las posiciones del astro rey:


En realidad, podemos medir que entre el mediodía y la una de la tarde el Sol debería avanzar nada menos que 32º (el equivalente a más dos horas), 26º más hasta las dos de la tarde (casi otras dos horas), otros 20º para las tres de la tarde (más de una hora), 14º más para las cuatro (escasamente una hora), etc.


Dejamos al gusto del lector comprobar cómo sería este fenómeno en las latitudes australes. El resultado es todavía más interesante.

De lo visto aquí parece que el terraplanismo tiene las horas contadas.

lunes, 10 de julio de 2017

Demostración XIV de la tierra Esférica

por Jesús Campo Garrido

La Luna es nuestro único satélite natural. Sus fases han servido como medida del tiempo desde los orígenes del hombre. Al fin y al cabo es un calendario sencillo de interpretar y está a la vista de todos.

Dado que siempre da una misma cara, no faltó gente que se interesara en estudiarla, y poco a poco se fue construyendo un mapa de la cara visible de la Luna, con sus cráteres y sus mares:


En esta foto, hecha en el Lago Clark, en Alaska, podemos ver los principales accidentes geográficos lunares:


Veamos el detalle:


En esta otra foto, tomada en Montreal (Canadá), vemos exactamente los mismos mares y cráteres:


Aunque en este caso, para mantener la alineación de esos mares y cráteres (puesto que siempre están en el mismo sitio), la fotografía de donde sale el detalle tiene que quedar así:


Es de notar que la diferencia entre la latitud del Lago Clark (61ºN) y la de Montreal (45ºN) es de 16º, exactamente los que se han tenido que girar la imagen para que coincidan los accidentes lunares.

Esto mismo ocurre si seguimos comparando imágenes de otras latitudes. Por ejemplo, esta imagen de los Andes en Chancón (Chile) ubicado sobre la latitud 34ºS


O esta otra de la Isla Navarino, que se encuentra al sur del Canal de Beagle, en el extremo sur de Chile, ubicada en latitud 55ºS


O incluso ésta de la Antártida:


Juntemos, finalmente, todas las fotos. Qué resulta?


Interesante, no?

miércoles, 5 de julio de 2017

Astronomía Zetética (S. Rowbotham) Capítulo III: Experimentos 3 Y 4

La Tierra no tiene un eje inclinado ni movimiento orbital.

Experimento 3:
Estando en un tren se mueven con rapidez, arrojar un proyectil hacia delante, o en la dirección en la que el tren está en movimiento. Repetir luego, pero en la dirección opuesta; y se encontrará que la bala u otro proyectil siempre irá más lejos en el primer caso que en el segundo.

Si una persona salta hacia atrás desde un caballo en pleno galope, no puede saltar una distancia tan grande como la que conseguiría saltando hacia adelante. Saltando de un trineo en movimiento, hacia atrás o hacia adelante, se obtendrán los los mismos resultados.

Muchos otros casos prácticos podrían citarse para demostrar que cualquier cuerpo proyectado desde otro cuerpo en movimiento, no presenta el mismo comportamiento como lo hace cuando se proyecta a partir de un cuerpo en reposo. Tampoco son los resultados de la misma cuando se proyecta en la misma dirección que aquella en la que se mueve el cuerpo, como cuando se proyecta en la dirección opuesta; porque, en el primer caso, el cuerpo proyectado recibe su impulso de la fuerza de proyectil, además de que dada a él por el cuerpo en movimiento; y en el último caso, este impulso, menos la del cuerpo en movimiento. Por lo tanto, si la tierra fuera un globo, y se moviera rápidamente de oeste a este, un cañón disparado en una dirección este, debería enviar una bala a una distancia mayor de lo que resultaría disparando en dirección oeste. Pero los artilleros más experimentados -muchos de los cuales han tenido una gran práctica, tanto en el país como en el extranjero, en casi todas las latitudes- han declarado que ninguna diferencia es observable. Que apuntando con sus armas, no existe diferencia en el resultado en ningún punto de la brújula. Artilleros en los buques de guerra han notado una diferencia considerable en los resultados de sus disparos de armas de fuego en la proa, al navegar rápidamente hacia el blanco, y al disparar desde cañones colocados en la popa mientras navegan alejándose de éste, y en ambos casos los resultados son diferentes a los observados cuando se dispara desde un barco en perfecto descanso. Estos detalles de la experiencia práctica son totalmente incompatibles con la suposición de una tierra que gira. (...)

La respuesta dada por los defensores de la teoría del movimiento de la Tierra es la siguiente: Admitiendo que una bala despedida de la tierra en reposo alcanzaría, por ejemplo dos millas, la misma bala, disparada desde la tierra en movimiento, alcanzaría, tres millas; pero durante e tiempo que el proyectil está en el aire, la tierra habrá avanzado una milla en la misma dirección. Éste milla al ser deducida de las tres millas, que la pelota pasa realmente a través del aire, resulta en que prácticamente la distancia a la que se proyecta una bala es precisamente la misma en un tierra en movimiento o en una tierra en reposo. En el siguiente diagrama, Fig. 50, ilustrarán la trayectoria de una bola en las condiciones anteriormente descrito.

Fig. 50
La línea curva A-B, representa la distancia que una bala volaría desde un cañón colocado en A, sobre la tierra, en reposo. A-C representa la distancia que la misma bala volaría como resultante de la acción conjunta del impulso en el cañón, A, y la rotación de la tierra en la dirección A-C. Durante el tiempo que la bala requeriría para atravesar la línea A-C, el movimiento de la tierra llevaría al cañón hasta el punto D; por lo tanto, la distancia D-C, sería la misma que la distancia A-B.

La explicación anterior es muy ingeniosa, y sería perfectamente satisfactoria si otras consideraciones no estuvieran involucradas en ella. Por ejemplo, la explicación anterior no prueba el movimiento de la Tierra -que simplemente supone que; pero como en todos los demás casos en que se describe el resultado de suponer, se crea un dilema. Exige que durante el tiempo que la bala está en el aire, el cañón está avanzando en la dirección del supuesto movimiento de la Tierra. Pero considerando las condiciones exigidas en los experimentos representados por las figuras 47, 48 y 49, Si el cañón se dispara verticalmente, la bala caerá verticalmente, volviendo a la posición del cañón, por lo tanto, ese cañón no puede haber avanzado, por lo que la tierra no puede haberse movido.

Experimento 4.
(...) La superficie de la tierra es muy irregular en su contorno, con montañas que se elevan a varias millas sobre el mar, y que van a cientos de millas en todas las direcciones posibles; rocas, cabos, acantilados, gargantas, desfiladeros, cavernas, bosques inmensos, y toda otra forma de aspereza e irregularidad calculada para adherirse y arrastre a lo largo de cualquier medio puedan existir sobre ella: y si se trata de un globo girando sobre su eje, con la inmensa velocidad en el ecuador de más de mil millas por hora, es extremadamente difícil, si no imposible, concebir una tal masa en movimiento a una velocidad tal, y no teniendo la atmósfera junto con él. Cuando se considera, también, que el medio que se dice rodea la tierra y todos los cuerpos celestes, y llenando todos los grandes espacios entre ellos, es casi demasiado etéreo y sutil para ofrecer ninguna resistencia sensible, es todavía más difícil de entender cómo se puede la atmósfera que se traslade con la rapidez de la superficie giratoria de la tierra. Para estudiar los detalles de la neumática o hidráulica, no podemos sugerir un experimento que demuestre la posibilidad de tal cosa. Por lo tanto nos vemos obligados a concluir que si la tierra gira, la atmósfera gira también, y en la misma dirección. Si la atmósfera se precipita hacia adelante de oeste a este continuamente, estamos obligados de nuevo a la conclusión de que lo que flota o se suspende en ella, a cualquier altitud, lleva necesariamente un movimiento hacia el este. Un trozo de corcho, o cualquier otro cuerpo flotante en aguas tranquilas, serán inmóvil, pero dejar que el agua se pone en movimiento, en cualquier dirección que sea, y los cuerpos flotantes se moverán con él, en la misma dirección y con la misma velocidad. (...) Por tanto, si la atmósfera de la Tierra está en constante movimiento de oeste a este, todos los diferentes estratos que se sabe que existen en ella, y todos los diferentes tipos de nubes y vapores que flotan en ella deben moverse necesariamente rápidamente hacia el este. Pero, ¿cuál es el hecho? Si fijamos en cualquier estrella como un estándar o de referencia fuera de la atmósfera visible, es posible que a veces observar un estrato de nubes que viajan durante horas en una dirección lo opuesto a aquella en la que se supone que la tierra que se mueve.

Fig. 51
Ver la Fig. 51, que representa una sección de un globo, rodeado de una atmósfera, que se mueve a la velocidad de 1042 millas por hora en el ecuador, y en la dirección de las flechas 1, 2, 3, mientras que una corriente de nubes se están moviendo en la dirección opuesta, como se indica por las flechas, 4, 5, 6. No sólo se puede ver una capa de nubes que se mueven rápidamente de este a oeste, pero en el mismo momento otros estratos menudo puede ser visto en movimiento de norte a sur y de sur a norte. Es un hecho bien conocido por los aeronautas, que varios estratos de aire atmosférico a menudo se mueven en varias direcciones diferentes al mismo tiempo. Es el conocimiento de este hecho que lleva a un aeronauta experimentado, cuando se desea subir en el globo, y para ir en una dirección determinada, no considerar la forma en que el viento sopla sobre la superficie inmediata de la tierra, porque él sabe que a mayor altitud, puede estar pasando en ángulo recto, o incluso en contrario y de diversas maneras al mismo tiempo. (...)

En casi cualquier luz de la luna y de la noche nublada, puede verse no sólo que diferentes estratos se mueven en diferentes direcciones con diferentes velocidades; algunos flotando más allá de la cara de la luna rápida y uniformemente, y otros que pasan suavemente a lo largo, o a veces permaneciendo estacionarios. Algunos de los que han ascendido en globos para fines científicos han registrado que a medida que han pasado rápidamente a través de la atmósfera. Estos cambios se han observado tanto en ascenso y descenso, así como al ir por millas junto a la misma altitud. (..:)

Tal estado de la atmósfera sólo es compatible con el hecho de que otra evidencia ha demostrado, que la tierra está en reposo. (...)

A pesar de que la experiencia de toda práctica, y los experimentos todas especialmente instituidos están en contra de la posibilidad de un movimiento de tierra, y un movimiento independiente y la atmósfera que no se mueve, muchos matemáticos han tratado de "demostrar" que con respecto a esta tierra, tal era realmente el caso.

El argumento que participan en las observaciones precedentes contra la rotación de la Tierra a menudo se ha cumplido por la siguiente, a primera vista, la declaración plausible. Un barco con un número de pasajeros que van rápidamente en una dirección constante, al igual que la atmósfera de la tierra, sin embargo, podría tener sobre su cubierta de una serie de objetos que se mueven claramente y de diversas maneras, como las nubes en la atmósfera. Las nubes en la atmósfera se comparan con los pasajeros en la cubierta de un barco; hasta ahora los casos son suficientemente paralelo, pero los pasajeros son seres sensibles, que tiene dentro de sí mismos el poder de movimientos distintos e independientes: las nubes son el reverso; y aquí el paralelismo falla. Uno de los casos no es ilustrativo de la otra, y la suposición de rotación de la tierra permanece sin un solo hecho o argumento a su favor. Pájaros en el aire, o los peces y reptiles en el agua, habrían ofrecido un caso paralelo e ilustrativo, pero éstos, al igual que los pasajeros en la cubierta del barco, son seres sensibles e independientes; nubes y vapores son dependientes y no sensible, y deben por lo tanto de la necesidad moverse con, y en la dirección de, el medio en el que flotan.

Todo realidad observable en la naturaleza; todos los argumentos proporcionados por el experimento; cada proceso legítimo de razonamiento; y, al parecer, todo lo cual es posible que la mente humana prácticamente a concebir, se combinan en evidencia en contra de la doctrina del movimiento de la tierra sobre ejes.

Los experimentos anteriores y observaciones, lógicamente y matemáticamente suficientes como prueba contra el movimiento supuesto de la tierra en una órbita alrededor de la sol. Es difícil, si no imposible, para entender cómo el comportamiento de la pelota lanzada desde una pistola vertical debe ser otra en relación con el movimiento hacia adelante de la Tierra en el espacio, en lo que se refiere a su movimiento sobre los ejes. Además, es demostrable que no se mueve sobre ejes, y por lo tanto, la suposición de que se mueve en una órbita, es completamente inútil para los propósitos teóricos. La explicación de los fenómenos, para el que se enmarca la teoría del movimiento orbital y diurna, ya no es posible con un mundo globular corriendo a través del espacio en una vasta órbita elíptica, pero sin rotación diurna. De ahí que supone el movimiento orbital de la Tierra es lógicamente vacío, (...) pero ningún punto se puede tomar sin evidencia directa y práctica, vamos a ser juzgado el siguiente experimento.

Tomar dos tubos metálicos cuidadosamente alineados de no menos de seis pies de largo, y colocarlos en los lados opuestos de un marco de madera o un bloque sólido de madera o de piedra: Ajustarlos de tal manera que sus centros o ejes de visión deberán ser perfectamente paralelos entre sí. El siguiente diagrama muestra el arreglo.

Fig. 52
Ahora, dirigirlos al plano de alguna estrella fija notable, unos segundos antes de su hora del meridiano. Un observador se destacará en cada tubo, como en A, B; y el momento en que la estrella aparece en el tubo A-T, que se dé un fuerte golpe u otra señal, que se repiten por el observador en el tubo B-T, cuando se ve por primera vez la misma estrella. Un período distinto de tiempo transcurrirá entre las señales dadas. Las señales se siguen unos a otros en una sucesión muy rápida, pero aún así, el tiempo entre que es suficiente para mostrar que la misma estrella, S, no es visible en el mismo momento por dos líneas paralelas de vista A-S, y B-C. Una ligera inclinación del tubo, B-C, hacia el primer tubo A-S, se requeriría para la estrella, S, para ser vistos a través de los dos tubos en el mismo instante. Deje que los tubos permanecen en su posición durante seis meses; al final de cuyo tiempo la misma observación o experimento producirán los mismos resultados la estrella, S, serán visibles al mismo tiempo meridiano, sin la más mínima alteración que se requiera en la dirección de los tubos: de la que se concluye que si la tierra se hubiera movido, sería necesario ajustar la ligera inclinación del tubo, B-C, que había requerido anteriormente. Pero como como tal ajuste no es necesario, la conclusión es inevitable, que en seis meses un meridiano dado sobre la superficie de la tierra no se mueve, y por lo tanto, que la tierra no tiene el menor grado de movimiento orbital.

Copérnico requiere, en su teoría de los movimientos terrestres, que la tierra se movió en una extensa trayectoria elíptica alrededor del sol, como se representa en el siguiente diagrama,

Fig. 53
donde S es el sol, A, la tierra en su lugar en junio, y B, su posición en diciembre; cuando se desee ofrecer alguna prueba de este movimiento orbital sugirió que una estrella dada debe ser seleccionado para su observación en una fecha determinada; y en seis meses después, se debe hacer una segunda observación de la misma estrella. La primera observación A-D, Fig. 53, se registró; y en la observación de nuevo al final de seis meses, cuando se suponía que la Tierra había pasado a B, el otro lado de su órbita, ante el asombro de los astrónomos reunidos, se observó la estrella exactamente de la misma posición, B-C, como lo había sido seis meses antes! Se esperaba que sería visto en la dirección B-D y que esta diferencia en la dirección de observación demostraría movimiento de la Tierra de la A a B, y también proporcionar, con la distancia A-S-B los elementos necesarios para el cálculo de la distancia real de la estrella D.

El experimento anterior se ha intentado muchas veces, y siempre con el mismo resultado general. Ninguna diferencia lo que se ha observado en la dirección de las líneas de visión A-D y B-C, mientras que todos los principios conocidos de la óptica y la geometría requeriría, que si la tierra realmente se hubiera movido de A a B, la estrella fija D, debe ser visto en la dirección B-D. Los defensores de esta hipótesis de movimiento orbital, en lugar de ser satisfecho, de la falta de detectar una diferencia en el ángulo de observación, de que la tierra no podría haber cambiado su posición en el seis meses, fueron lo que independientemente de toda consistencia lógica, que en lugar de admitir y aceptar las consecuencias, ellos, o algunos de ellos, la mayoría indignamente declararon que no podían reproducir lo que dicta la teoría, a causa de su valor aparente para explicar ciertos fenómenos, afirmando que la distancia a la estrella D, era tan inmensamente lejana, que, a pesar de que la tierra debe haberse movido de A a B, este gran cambio de posición no le daría una diferencia legible en el ángulo de observación en B.

Desde la época de los experimentos anteriores, muchos han declarado que se ha detectado una cantidad muy pequeña de "paralaje anual". Sin embargo, la proporción dada por diferentes observadores ha sido tan diferentes, que nada definitivo y satisfactorio todavía pueden decidirse. Tycho Brahe, Kepler y otros, rechazaron la teoría de Copérnico, principalmente a causa del fracaso para detectar el desplazamiento o la paralaje de las estrellas fijas. (...)

La complicación, la incertidumbre y el estado insatisfactorio de la cuestión del paralaje anual, y por lo tanto del movimiento de la Tierra en una órbita alrededor del Sol, como lo indican los párrafos anteriores, son a la vez y para siempre aniquilado por el simple hecho, experimentalmente demostrable, que sobre una línea de base de una sola yarda, puede encontrarse un paralaje, tan cierta y tan grande, si no mayor, que la que los astrónomos pretenden encontrar con el diámetro de la supuesta órbita de la tierra de muchos millones de millas como una línea de base. (...) Es inútil decir, en la explicación, que este desplazamiento inexistente, ya que se demostrará a partir de datos prácticos, en un capítulo posterior, que todas las luminarias en el firmamento están a sólo unos miles de millas de la superficie de la tierra.


En lo referido al Experimento 3 debemos tener en cuenta lo siguiente:

En lo que manifiesta respecto a arrojar un proyectil hacia adelante y otro hacia atrás en un tren, o respecto de saltar desde u caballo al galope, tiene razón al afirmar que al proyectil se le debe sumar la velocidad del tren -o el caballo- o restársela según sea hacia adelante o hacia atrás, pero no tiene en cuenta lo que sucedería si el mismo experimento lo realizara DENTRO del tren. Un objeto lanzado hacia adelante o hacia atrás, con la misma fuerza, se alejará la misma distancia de su punto de origen. La Fig. 50 es esencialmente correcta.

En donde se equivoca es al afirmar que un disparo efectuado verticalmente desmiente esa idea, este caso sería  comparable a arrojar un objeto en forma vertical dentro de ese tren. Desde el punto de vista de quien lo arrojó, caería en su punto de origen, pero desde alguien que lo estuviera observando desde fuera del tren, lo habría visto describir una parábola, cayendo varios metros adelante. Este aspecto de la cuestión ya lo hemos examinado anteriormente en el análisis de los Experimentos 1 y 2 de este mismo capítulo, 
puede consultarlo aquí.

Por supuesto, esto se debe a que la atmósfera efectivamente acompaña al movimiento de rotación terrestre, ello no significa que las condiciones del clima no puedan producir vientos sobre su superficie e incluso vientos de distintas direcciones a diversas alturas. Aquí cabe plantearse la siguiente pregunta: Cómo se producen esos vientos en la tierra plana y estática de Samuel Rowbotham?

En cuanto al Experimento 4, comencemos por señalar que S. Rowbotham vivió en el Siglo XVIII y se manejaba con una tecnología muy diferente a la actual. Sus referentes como Tycho Brahe y Johannes Kepler vivieron en el Siglo XVI. Mucho se ha avanzado desde entonces, y bien harían los tierraplanistas actuales en abandonar las ideas de cinco siglos atrás. El paralaje de muchas estrellas ha sido medido, cada vez con mayor precisión mediante el uso de elementos desconocidos en el Siglo XVIII. (ver Refutación 19 a las "200 Pruebas...")

Johannes Kepler es principalmente conocido por sus leyes sobre el movimiento de los planetas en órbita alrededor del Sol. Trabajó con Tycho Brahe y acabó sucediéndole ante el emperador Rodolfo II.
No debemos dejar de notar que tanto Brahe como Kepler dedicaron gran parte de su vida a estudiar el movimiento de los planetas en sus órbitas

En 1673, el método del paralaje dejó de aplicarse exclusivamente a la Luna, cuando el astrónomo francés, de origen italiano, Jean-Dominique Cassini, obtuvo el paralaje de Marte. En el mismo momento en que determinaba la posición de este planeta respecto a las estrellas, el astrónomo francés Jean Richer, en la Guinea francesa, hacía idéntica observación. Combinando ambas informaciones, Cassini determinó el paralaje y calculó la escala del Sistema Solar. Así obtuvo un valor de 136 millones de kilómetros para la distancia del Sol a la Tierra, valor que, como vemos, era, en números redondos, un 7 % menor que el actualmente admitido. Desde entonces se han medido, con creciente exactitud, diversos paralajes en el Sistema Solar. En 1931 se elaboró un vasto proyecto internacional cuyo objeto era el de obtener el paralaje de un pequeño planetoide llamado Eros, que en aquel tiempo estaba más próximo a la Tierra que cualquier otro cuerpo celeste, salvo la Luna. En aquella ocasión, Eros mostraba un gran paralaje, que pudo ser medido con notable precisión, y, con ello, la escala del Sistema Solar se determinó con mayor exactitud de lo que lo había sido hasta entonces. Gracias a estos cálculos, y con ayuda de métodos más exactos aún que los del paralaje, hoy sabemos la distancia que hay del Sol a la Tierra, la cual es de 150.000.000 de kilómetros, distancia que varía más o menos, teniendo en cuenta que la órbita de la Tierra es elíptica, al igual que la del resto de órbitas de todos los planetas de nuestro Sistema Solar

Anterior: Capítulo III: Experimentos 1 y 2
Siguiente: Capítulo IV: La verdadera forma y magnitud de la Tierra